miércoles, 15 de mayo de 2013

Cualquier familia, todas las familias


Alumbramiento: Una vez fuimos una diminuta porción de cariño que devino en un feliz alumbramiento. Nos importa muy poco como acontecieran  los  dichosos sucesos; el caso es que al poco de nacer, nuestros progenitores nos habían vestido de felicidad de no importa el color. La felicidad es objetivo prioritario de toda familia. Cuando niñas, entronizamos a las madres y los padres como si contempláramos figuras sagradas que todo lo saben. La revolución: la revolución que transcurre de la  infancia a la madurez  hace que los mitos se desvanezcan y es otra la mirada, quizás más serena aunque igualmente emotiva, la que derramamos  sobre nuestros progenitores. Nuestros progenitores (o tutores): Nos preguntamos, con el paso  del tiempo, cuál es nuestro lugar en el mundo dentro de esa célula social que es la familia cuando contemplamos la ancianidad en sus rostro…Nos miramos al espejo que nos delata con sarcasmo y pensamos, la vida es un compás de ruidos y silencios.
 Bullicio y aburrimiento: Es cierto, a veces surge el bullicio de los niños que  gorjean como gorriones en sus nidos, de sus juegos en casa, como en la infancia de nuestro recuerdo, de aquel alboroto que precedía a la siesta represora en una larga tarde de estío, donde el silencio  era solo perturbado por  el ronco motor de un ventilador destartalado…y luego, de nuevo el jaleo. Los primeros descubrimientos del mundo, contemplando las estrellas en una noche despejada o abriéndonos paso en un espacio secreto en mitad de la naturaleza.  Cómo contemplamos ahora aquella  ideología de los puños contra los carrillos esperando la merienda,  de los “me aburro” y los “¿falta mucho?” de los viajes familiares, de las patuchas colgando en el banco de un parque, de la sesuda filosofía del gorrito de lana calado hasta las orejas,  la mano protectora del padre o de la madre yendo al colegio, de aquel cinco raspado en un examen infausto… Y luego la fase de los secretos, ya en la adolescencia, cuando comenzamos a descubrir que nuestro estómago albergaba mariposas que provocaban temor y felicidad en la misma proporción.
Ruidos y silencios: Ayer como hoy, las sensaciones siguen un mismo compás de ruidos y silencios, de momentos emotivos y momentos de hastío, de situaciones que borraríamos del mapa de nuestra memoria y de aquellas otras que utilizaríamos como retazos de una segunda piel. Todos y cada uno de estos compases trazan la esencia de la familia, sea cual sea el origen, color, ideología o sexo de los miembros que la componen y la inercia que los une o separa. Cualquier familia, todas las familias se organizan en células que transitan el mundo, este único mundo en el que vivimos y soñamos creyendo en la existencia, acaso efímera, de la felicidad.
                                                                                                               
  Cyrano Gay Bergerac