Vivimos tiempos complicados para
la reivindicación. Se nos desarma sibilinamente con mensajes de desánimo a la
población, se insiste en la necesidad de aguardar, sujetarse el cinturón y
resistir la caída libre pues un día acabará despeñándose nuestra desgracia por
su propia inercia, y esperemos que no nosotros contra una caja de pino en algún
espacio bajo tierra. Y mientras enterramos las ilusiones, embellecemos
las palabras y aguantamos el tipo… debemos esbozar una sonrisa y acudir
a las aulas con la mayor naturalidad del mundo.
El profesorado, como grupo
alienado por la política reaccionaria, tal y como defendería la filosofía zombi de Jorge Fernández Gonzalo,
asistimos impasibles a un descuartizamiento intelectual, moral, existencial de
la Educación que repercutirá en el futuro (zombi) de nuestro alumnado (si no le
ponemos remedio). Por qué llamarnos maestros o profesoras cuando el giro
conservador “educativo” nos ubica como simples instructores e instructoras
permisivos ante la falta de ética global.
Nos molestan los maquillajes
sociales pero nos maquillamos a diario y nos disfrazamos para instruir, o
sea, cambiar para que todo siga igual, como diría Lampedusa.
Impostamos la voz, la alzamos, modulamos,
empleamos tecnicismos y reflexiones propios de la profesión. Todas
tenemos claras nuestras competencias y evaluamos las competencias a nuestro
alumnado con la premura que nos exige la
Administración (¿para cuándo una prueba de diagnóstico que evalúe las éticas?).
La Contrarreforma Educativa es muy lampedusiana ofreciendo, en su “novedad”, el poder sobre
la Ética a la Iglesia, cuando últimamente la voluntad popular ha manifestado su
preferencia de laicidad en la escuela pública. También se excluye a la gente
diferente que no encajan en los planes de una sociedad neoliberal.
En la película de Bob Fosse,
Cabaret, un plano inicial muestra un travelling sobre un espejo distorsionado
que refleja la sociedad berlinesa previo a la subida del nazismo al poder.
Describía un momento histórico, pero a su vez nos cuestionaba sobre el modelo
de sociedad que deseamos y nuestro compromiso con la Democracia…Como el tonto
que mira el dedo en vez de observar la luna que señala el dedo, el espectador corre
el peligro de quedarse mirando la distorsión del maquillaje del maestro de
ceremonias en el espejo. Un maestro de
ceremonias cínico, grosero y obsceno que nos hace reír desde el escenario del
cabaret, pero que, a la vez, nos
interpela sobre nuestra forma de estar y actuar en la vida. La imagen tétrica
que nos ofrece Fernández Gonzalo en su libro no es menos inquietante: Aterrada,
la protagonista avanza por una casa sitiada por una horda de zombis. Algunos
han logrado acceder, pero ella logra esquivarlos sintiéndose cada vez más
reafirmada en su privilegiada existencia… hasta que un espejo al final del
pasillo le devuelve el reflejo de un rostro putrefacto en un cuerpo decadente.
De nada sirve el maquillaje o
estética si en el interior no se desarrolla un carácter bondadoso o ética.
Debemos preguntarnos si con nuestro trabajo ofrecemos únicamente cosméticos con
el fin de llevar a cabo una formación superficial o si, por el contrario, damos elementos
suficientes para forjar en los seres actitudes bondadosas y un espíritu libre. Nuestra posición frente a temas que afectan al desarrollo de la personalidad
deja mucho que desear en lo concerniente a la pluralidad afectividad, la
sexualidad y las cuestiones de género. Aún no tenemos integrado el discurso moral del
respeto a la diversidad en este terreno y nos cuesta integrarlo y normalizarlo en nuestra labor docente. Un estudio reciente de la FELGTB revela la
imposibilidad del alumnado LGTB de expresar abiertamente su afectividad en las aulas por temor al
acoso. A pesar del ocultamiento se sigue
produciendo bulliyng homofóbico. Esto es
intolerable.
Estamos es el año de la Diversidad Sexual y de Género
en la Juventud y este será el motivo principal de la manifestación del Orgullo
LGTB. Los” maestros de ceremonia”
ubicados hacia el final de la manifestación, después de las pancartas, subidos
en sus carrozas y maquilladas en exceso, intentarán, como en el Cabaret
berlinés, mostrarnos nuestra miseria frente al espejo. Quienes se queden
mirando solo el maquillaje no entenderán la reivindicación de una moral tan válida
como cualquier otra, que un beso entre dos chicas, o entre dos chicos, no
provoca sino el sentimiento de libertad necesaria para las complacidas, que
subirse a unas plataformas sirve para tener una perspectiva más amplia de la
vida…
Adela cortina nos dice: “Labrarse un buen
carácter, un buen êthos (he aquí la etimología de ética), es lo más inteligente
que puede hacer una persona para aumentar sus posibilidades de llevar a cabo
una vida buena, feliz”. Está en nuestras
manos proporcionar los elementos para que nuestro alumnado forje una sociedad madura.