viernes, 12 de octubre de 2012

LA ESCAFANDRA HUMANA (Reflexiones en torno a la diversidad funcional o discapacidad)

 La “sociedad” es una construcción injertada en  la propia naturaleza humana. Busca la acomodación frente a sus debilidades e “insignificancias” en un armazón articulado que la proteja (como a Ellen Ripley frente al alien en la película de James Cameron). La perfección de la estructura hace que un “porcentaje” de seres humanos quedemos imposibilitados para adaptarnos  al traje metálico…Creo que es hora de rediseñar la escafandra humana para que podamos hallar acomodo todas y todos sin excepción.  

La diversidad funcional no tiene nada que ver con la enfermedad, la deficiencia, la parálisis, el retraso, etc. Toda esta terminología viene derivada de la tradicional  visión del modelo médico de la diversidad funcional, en la que se presenta a la persona diferente como una persona biológicamente imperfecta que hay que rehabilitar y “arreglar” para restaurar unos teóricos patrones de “normalidad” que nunca han existido, que no existen y que en el futuro es poco probable que existan precisamente a los avances médicos.
Entendemos que las mujeres y los hombres con diversidad funcional tienen que ver con sociedades que, siendo intrínsecamente imperfectas, han establecido un modelo de perfección al que ningún miembro concreto de ellos tiene acceso, y que definen la manera de ser física, sensorial o psicológicamente, y las reglas de funcionamiento social. Y que este modelo  está relacionado con las ideas de perfección y “normalidad” establecidas por un amplio sector que tiene poder y por el concepto de mayorías meramente cuantitativas.
Estas mayorías se han mantenido a lo largo de los siglos y es por ello que los intentos de cambio terminológico han tenido poco resultado, ya que en su mayor parte han sido propuestos desde la niebla mental producido por miles de años de opresión, discriminación y segregación.
Los intentos de trasladar todo o parte del problema a la sociedad, proponiendo términos como “restricciones de participación” no han tenido ningún éxito porque, en el fondo, la sociedad sigue pensando y creyendo que gran parte del problema está en el sujeto con diversidad funcional. De hecho, y en general, las propias mujeres y hombres con diversidad funcional prefieren los términos que designan directamente sus deficiencias tales como sordo, ciego, tetrapléjico,  etc., porque constatan una realidad de su propia vida y muchos de ellos ya no le ven el valor negativo.
Por lo tanto, los intentos de desplazar el “problema” completamente a la persona o completamente a la sociedad, no han tenido demasiado éxito.
En esta propuesta, buscamos un lugar intermedio que no obvie la realidad. Las mujeres y los hombres con diversidad funcional somos diferentes, desde el punto de vista biofísico, de la mayor parte de la población. Al tener características diferentes, y dadas las condiciones de entorno generadas por la sociedad, nos vemos obligados a realizar las mismas tareas o funciones de una manera diferente, algunas veces a través de terceras personas.
Diversidad funcional, nuevo término para la lucha por la dignidad en la diversidad del ser humano. Javier Romañach y Manuel Lobato  (Foro de Vida Independiente, 2005).

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