jueves, 13 de noviembre de 2014

Lectura feminista de la crisis y del austericidio (I)

  
Si las mujeres están en una situación diferenciada, es normal que hayan participado de manera diferente en la generación de la crisis. Al no estar en los espacios de toma de decisión de los espacios financieros, y que sufran de forma desigual el impacto de esta crisis. 
   Para entender la dimensión de género de esta crisis, primero tenemos que tener en cuenta que personas en situación diferente, con desigual acceso a los recursos y a los mecanismos de poder, van a participar y sobre todo, verse afectada de forma diferenciada por todos los procesos, sobre todo, de la crisis actual.
Mujeres y hombres tienen una participación desigual en los mercados de trabajo. Las mujeres tienen menores tasas de actividad y parcialidad, se concentran en menos sectores económicos que los hombres y en aquellos con peores condiciones laborales y reconocimiento social y profesional. A la segregación horizontal se une la vertical, que hace que las mujeres ocupen en mucho menor proporción que los hombres puestos de gestión y responsabilidad en las instituciones y empresas. Todo ello hace que las mujeres tengan salarios menores a los hombres y que esa desigualdad se refleje también en las prestaciones sociales vinculadas con su participación laboral como los subsidios por desempleo o las pensiones, donde las brechas de género generadasson aún mayores que durante la vida activa o en el empleo.
  Si mujeres y hombres tienen una participación diferenciada en el mercado de trabajo, la tienen mayor aún en el ámbito doméstico, en lo que conocemos por trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. Y no sólo vinculado al cuidado de los dependientes, niños y niñas y personas mayores, sino también de los independientes, de la gestión del hogar.
  En la familia, más del 70% de todas las horas de trabajo no remunerado y de cuidados que necesitamos para el mantenimiento del hogar, para el mantenimiento de las personas dependientes, pero también de las independientes, lo realizan las mujeres.
Esta carga de trabajo doméstico y de cuidados sumado al trabajo remunerado supone una carga de trabajo total diaria para las personas empleadas, tanto mujeres como hombres, que superan las 10 horas y media. Sin embargo, al concentrarse más las mujeres en el trabajo de cuidados, éstas se ven más afectadas en términos de empleabilidad, en los tipos de empleos a los que pueden acceder y en sus posibilidades de desarrollo profesional. Por ejemplo, una situación de desempleo conduce a un incremento en el tiempo dedicado al estudio por los hombres y a un incremento en el tiempo dedicado a tareas domésticas y de cuidados por las mujeres, reduciendo sus posibilidades de encontrar empleo. Respecto a los tipos de empleoa los que pueden acceder, mientras que no se encuentran diferencias en el empleo doméstico y de cuidados entre los hombres asalariados a tiempo completo o a tiempo parcial, para las mujeres hay una brecha de una hora, mostrando las restricciones y condicionantes a las que se ven sometidas las mujeres que quieren trabajar en el mercado y se evidencia como los contratos a tiempo parcial de las mujeres se caracterizan por ser de menos horas que los de los hombres.
  De hecho, si sumamos un trabajo y el otro, los hombres disponen de más de una hora al día que  las mujeres para emplear ese tiempo para lo que quiera: formarse, participar más en el sindicato para que los puedan nombrar por ejemplo, secretario de organización, reciclarse para buscar otro trabajo, simplemente buscar activamente empleo... Sólo con los datos de uso del tiempo en la mano, las mujeres dispone de mucho menos tiempo al día para buscar activamente empleo, al que habría que sumar otros inconvenientes como la menor flexibilidad horaria vinculada con los problemas de conciliación y a la menor movilidad geográfica.
Lina Gálvez Muñoz
Catedrática de Historia e Instituciones Económicas y Directora del Máster en Género e Igualdad. Universidad Pablo Olavide de Sevilla.

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